Por Jessica Garcia
En este 8 de marzo, desde el Colectivo Solidario Acción Permanente por la Paz, queremos honrar a las mujeres que resisten en territorio colombiano. Para ello traemos las voces de tres mujeres, tres lideresas de procesos de base, campesinos y negros e indígenas de Colombia. Estas mujeres son Briceida Lemus Rivera, Deyanira Peña Carabalí y María Violet Medina Quiscué.
Briceida Lemus Rivera se define como mujer campesina y fensuagrista del norte del Cauca, hace parte de la Mesa de Víctimas del municipio de Miranda (Cauca) y de la Comisión Municipal de Planeación del mismo municipio, el CMPP.
Deyanira Peña Carabalí, por su parte, se define como lideresa social y activista comunitaria, mujer negra cimarrona, asentada en los valles interandinos, oriunda y criada en el corregimiento de La Balsa, municipio de Buenos Aires y descendiente africana, de apellido africano, Carabalí, por parte de madre.
Finalmente, María Violet Medina Quiscué es una lideresa indígena nasa y hace parte del proceso Autoridades Indígenas en Bakatá, quienes se han declarado en Minga permanente en el Parque Nacional de Bogotá hace más de cinco meses.
A continuación nos cuentan cómo comenzaron su liderazgo social y comunitario, qué significa para ellas ser lideresas en el actual contexto colombiano y, finalmente, qué queda por hacer frente a esta coyuntura.
JG: ¿Cómo comienza su liderazgo social?
Briceida: Mi proceso de liderazgo comienza en una época muy difícil, posterior al incumplimiento del Acuerdo de Paz con el M-19 por parte del Gobierno Nacional, pues ahí nace una especie de disidencia que en ese momento se llamó Jaime Bateman Cayón y empezó a sonar muy feo a las comunidades, pues había mucho muerto. Mataban mucho y era un desorden aterrador. Esa gente no respetaba los derechos humanos y entonces tocó organizarnos en las juntas para poder hacerle frente a esa realidad que estábamos viviendo.
Ahí empiezo a liderar procesos en medio de la muerte y la desolación. Comienzo en una Junta de las juntas y nos volvemos un comité coordinador. También hice parte del movimiento indígena, pero dada la poca democracia que había en ese entonces, empecé a creer, pues, que ese no era mi lugar y, me aleje. Después pasé a la Organización Campesina de la cual hoy hago parte, Fensuagro (Federación Nacional Sindical Unitaria Agropecuaria).
Deyanira: el liderazgo que llevo nace a muy temprana edad, casi que a los 17 años, cuando incursiono en el mundo social, político y cultural a través de los procesos sociales. Primero fue el proceso cultural, luego fue el proceso político y después fue el proceso social.
En este sentido, la primera lucha es resistir y reconocernos como mujer negra, como mujer afro. Como mujer afro, en el marco de un país racista, un país donde la mujer anda luchando para poder llegar a los espacios, porque el patriarcado es muy, muy fuerte todavía. Y la lucha es grande por defender esa vida y ese territorio, ese liderazgo obtenido.
Violet: Yo llego al proceso social desde muy pequeña, pero aquí en Bogotá me sumo a partir del 2015. He participado en la construcción de visibilización y reconocimiento hacia los pueblos y comunidades indígenas en el marco de la Mesa de víctimas. Hoy en día estoy haciendo parte del proceso Autoridades Indígenas en Bakatá, que aglomera 15 pueblos indígenas y donde estamos reivindicando y exigiendo el cumplimiento de los derechos para los pueblos y las comunidades indígenas, en primera instancia como indígenas y, en segunda instancia, como víctimas del conflicto armado, debido a que 13 de esos 15 pueblos son víctimas del conflicto armado de forma directa o indirecta.
JG: ¿Qué significa ser lideresa social en la actual coyuntura colombiana?
Briceida: No ha sido muy fácil liderar procesos, por el patriarcado y porque tampoco es así de sencillo en este país, donde los derechos humanos se violan y donde existe pena de muerte, donde el que piensa diferente se convierte en objetivo militar desde los mismos Gobiernos, donde se aplican unos sistemas económicos impuestos, donde hay una supuesta dirigencia que tiene años y años en el poder y que lo único que le ha dejado a nuestro país es desolación. Es muy triste liderar procesos en unas circunstancias tan aterradoras como las que vive nuestro país.
Sin embargo, a pesar de la de los momentos tan difíciles que vivimos aquí en Colombia, con la violación de Derechos Humanos, liderar procesos causa una esperanza para nosotras las mujeres. Yo siempre digo que las mujeres somos las que cargamos con el peso más duro, nos toca todo ese escenario de cuidado, mientras el hombre es el de lo público. Pero se hace esencial que vayamos entendiendo que las mujeres jugamos un rol bastante importante, y es que no podemos seguir prestando nuestro vientre para la guerra. Es una de mis consignas, en la que siempre digo que hay que seguir trabajando. Trabajando en pro de las mujeres, en pro del pensamiento, en pro de la vida, en pro de la sanación. Y hay que seguir luchando a pesar de las circunstancias.
La lucha de nosotras las mujeres, va reflejado en la vida, en la adquisición de derechos, en poder seguir como mujeres generadoras de vida, pero también generadoras de alimento y generadoras de poder. Seguir como campesina en nuestros territorios y jugando ese papel importante de poder y en la toma de decisiones, estar en equilibrio con los hombres, es lo que soñamos que suceda algún día las mujeres.
Deyanira: Para mí ser lideresa es una satisfacción porque no todo el mundo es líder. Hay mujeres que inician el liderazgo y luego se frustran porque esto es difícil, pero para mí es una satisfacción muy grande. Me encanta ayudar, me encanta defender, me encanta visibilizar. El liderazgo me ha dado muchas satisfacciones, me ha dado la fortaleza de poderle decir al Gobierno que no me gusta esto por esto, con todo el respeto y lucha, para que las futuras generaciones estén bien y para poder seguir trabajando por los niños, niñas, mujeres y los mismos hombres. Por eso el liderazgo me llena de satisfacción, me llena de alegría, pero también me llena de tristeza también, porque hay veces que una dice “no, no más, no voy más, no hago más”.
Allí sigo dando la lucha por este territorio, por visibilizar las problemáticas de las mujeres, visibilizar nuestro territorio y visibilizar lo que hacen las mujeres dentro del territorio para defender esa vida y para pararse y construir cimientos. Sin embargo, es muy duro por lo que la educación nos ha enseñado que el hombre es el que manda, pero nosotras, las mujeres solas podemos y solas hemos salido adelante, solas hemos crecido, casi solas hemos criado a nuestros hijos, porque los hombres están allí, pero la mujer está yendo y haciendo todo el rol de madre, trabajando, ayudándoles en el estudio, en todo lo que sea necesario. Hoy hay unas grandes frustraciones porque el liderazgo de nosotras ha sido opacado, es tanto el machismo que en Buenos Aires nunca vi una mujer alcaldesa, nunca vi una mujer personera municipal, que son los dos cargos más importantes. Pero aquella alegría es porque se ha visibilizado muchas cosas y he mostrado muchas cosas por el territorio en el norte del Cauca y en Colombia. Porque en esa construcción hemos logrado demasiadas cosas que hoy no se visibilizan.
Sin embargo, hemos tenido varias frustraciones, donde ha tocado luchar contra el racismo estructural, contra el patriarcado y en pos de la igualdad social. De hecho fui concejal, precisamente cuando sucedió la incursión paramilitar en mi corregimiento. Y fue un proceso duro, porque de 11 concejales, fui la única mujer que llegó al poder, nunca pude ser presidenta del Consejo, porque obviamente ellos eran mayoría, pero yo estaba dando la lucha y las peleas. Entonces el liderazgo como mujer es duro, como negra aún más duro y como mujer rural, peor. Pero ahí vamos, y tengo muchas satisfacciones, porque he logrado muchas cosas. Por ejemplo, me hice profesional y estudié una maestría.
Violet: Pues básicamente es un reto muy fuerte, muy grande, no solo por el patriarcado que existe todavía en nuestro contexto colombiano, sino también porque la lucha y las resistencias que hacen las mujeres son un poco invisibilizadas. Pero el aporte que hemos hecho las mujeres ha sido enorme a lo largo de la historia de nuestro país y, sobre todo, también a largo de la historia del movimiento indígena, pues hemos logrado unificarnos con otras mujeres en una misma causa.
Como mujeres, algunos riesgos que tenemos son que siempre estamos siendo no solo señaladas, sino que queda en un segundo plano la construcción de la familia, cuando empezamos a tener familia. En este caso quedan relegados muchos ejercicios al interior familiar porque este liderazgo es de nunca parar. Todos los días se hace algo, todos los días sale algo nuevo, entonces creo que eso es un riesgo grande, un esfuerzo que hacemos las mujeres y que a veces no se tiene en cuenta.
Sin embargo, hemos logrado evidenciar no solo la lucha de las mujeres, sino el abandono que se tiene hacia las mujeres y hacia los jóvenes, hacia los niños, hacia las comunidades indígenas y hacia las comunidades campesinas. Entonces visibilizar un ejercicio de este tipo ha hecho que perdamos vidas no solo de hombres, sino también de mujeres y jóvenes y que quede en un segundo plano ese rol familiar porque una tiene que estar en vocación hacia la comunidad, hacia el mismo ejercicio.
JG: ¿Qué queda por hacer en este contexto?
Briceida: Saber que somos nosotras mismas las que tenemos que liberarnos del patriarcado, es una de nuestras apuestas, y la otra es saber que todavía tenemos esa esperanza de seguir construyendo país y la nuestra es una gran idea, que en este país que está en transformación, un grano de arena sea puesto por las mujeres colombianas. Seguir trabajando por la paz y la reconciliación de nuestro país, esa es nuestra mayor apuesta. Seguiremos allí a pesar de que se violen tanto los derechos y que las mujeres sintamos que no hemos logrado todavía la paridad. Pero la esperanza de seguir construyendo país sigue latente.
Deyanira: Todavía hay frustraciones de aquella incursión paramilitar, mucho miedo, mucho desaliento, mucha impotencia, al ver cómo las personas eran masacradas y arrojadas al río. Hoy sigo con la frustración porque el territorio se está volviendo un territorio conflictivo. Creíamos que con los Acuerdos de Paz la situación iba a ser mejor, pero esto está empeorando. No solo por los grupos armados al margen de la ley, sino, por esos proyectos que vienen acabando con la vida, el territorio y el agua, con nuestra fuente de vida. Entonces, podemos decir que hemos avanzado, pero también hay frustraciones. Sin embargo, seguimos en la lucha y en la resistencia para que las mujeres podamos estar y visibilizar más nuestras igualdades.
Decirles también que las mujeres pudimos resistir, sobrevivir del conflicto armado, con nuestro cuerpo como instrumento de guerra para defender a nuestros hijos, para defender a nuestros maridos, para defender a nuestros padres y a nuestros hermanos. Y hoy esa resistencia se hace visible en lo cultural, en lo social, en lo ambiental, porque somos las mujeres las que estamos construyendo y defendiendo su territorio y salvando estas acciones culturales con nuestras acciones sociales. Es muy importante resaltar que hemos tenido muchos riesgos, riesgo porque el agua está contaminada de mercurio. En esos ríos y en esas quebradas, las mujeres usan el agua para sus quehaceres diarios.
De igual manera, hemos tenido el riesgo de las balas, hemos tenido el riesgo de los cultivos de uso ilícito y los macro proyectos, pero seguimos resistiendo y con nuestras acciones enseñándole a nuestros hijos y a nuestras hijas a comportarse, a que cuiden el territorio. Nuestros cuerpos han sido escudo de guerra, pero también han sido la salvaguarda del territorio. Entonces esa resistencia se vuelve cada día más bonita, más llevadera entonces de esa manera, la resistencia sigue y seguimos construyendo.
Violet: frente al contexto actual en el Parque Nacional, los pueblos y comunidades indígenas venimos hace cinco meses, ya vamos por seis, resistiendo. ¿Qué nos queda? Seguir resistiendo, poniendo la palabra como un grito de resistencia por nuestros derechos individuales y colectivos, por esa reivindicación, pero, por sobre todo, porque son cuestiones de humanidad. Creo que, ante la situación en el Parque Nacional, con casi seis meses expuestos al sol, al frío, al hambre, a las enfermedades, a la muerte, en estos cambios climáticos tan fuertes que hemos tenido que vivir, solo nos queda eso, resistir, visibilizar, poder decirle a la sociedad colombiana y también internacional, que a las comunidades indígenas no nos toca nada fácil, nunca nos ha tocado fácil. Sin embargo, seguimos apostándole no solo a la paz, al cambio, al cuidado de la madre tierra, sino también a poder mantener un equilibrio entre todos, donde todos cabemos, donde todos podemos gestar vida social, comunitaria, ambiental. Creo que eso es lo más importante, nos queda seguir reivindicando ese derecho a la vida, a la tierra, derecho a la colectividad, derecho a tener unas condiciones dignas. Ese es el grito de resistencia que hoy tiene el Parque Nacional.
Comments